martes, 23 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 5

   Para ir de Inglaterra a Irlanda, tardaron unas 3 horas.
   El orfanato estaba en Mullingar, un pueblo de Irlanda.
   Llegaron a las 6:30 h de la tarde y, nada más llegar, bajaron del avión y fueron hacia el orfanato.
   Después de mucho andar, llegaron a un edificio, con un cartel que ponía Orfanato St. John.
   -Es aquí, Phoebe. Vamos-dijo la mujer, dando palmaditas en la espalda a la niña-¿Preparada?
   Phoebe suspiró y asintió con la cabeza.
   Entró en el orfanato.
  Entró en una especie de sala de estar, pero gigante. A su izquierda habían unas escaleras de caracol y, a su derecha, otra escalera  bastante parecida a la otra.
   -Por cierto, yo voy a ser tu profesora, la profesora Sandy-dijo la mujer-El director se llama el director Greg-Sandy señaló a un hombre alto, moreno, de ojos marrones y pequeños y nariz normal. Greg estaba sentado en una silla, que estaba delante de una mesa bastante grande.
   -Señor, Greg, traigo a Phoebe Harrison, la nueva niña aquí-aclaró Sandy.
   -Muy bien, señorita Sandy. Ya se puede retirar-exclamó Greg con tono de superioridad.
   Sandy se retiró y dejó a Phoebe con Greg.
   -Hola, señorita Phoebe, soy el director Greg.
   -Hola, director Greg.
   -Señorita, quería darle la bienvenida al orfanato St. John, y también indicarla su habitación.
   -Muchas gracias.
   -Venga conmigo, señorita.
   Phoebe siguió a Greg por una de las 2 escaleras de caracol y llegaron a un pasillo con muchas habitaciones. Cada puerta, tenía una especie de pizarra blanca, con un rotulador y un borrador, en una bandeja.
   En la 1ª puerta Phoebe leyó: Charlotte y Anne. Entonces, se acordó de Lottie y de su hermana e, interiormente, se puso a llorar.
   Después de pasar por delante de muchas puertas, llegaron a la última. Estaba escrito Ruth.
   -Escribe tu nombre-le ordenó Greg a Phoebe.
   La niña comenzó a escribir y Phoebe y, nada más acabar, Greg le ordenó coger su maleta y entrar.
   Phoebe entró y se encontró a una chica morena, pelo largo y ojos grandes y color avellana, leyendo un libro.
    -Hola, soy Phoebe y, también, tu nueva compañera.
   La niña levantó la vista y le miró a los ojos.
   -Hola, soy Ruth, encantada de conocerte.
   -Igualmente, Ruth.
   Ruth y Phoebe sonrieron.
   -¿Qué libro estás leyendo, por cierto?-preguntó Phoebe, girándose y viendo una estantería llena de libros y más libros.
   -Se llama Amanecer y es de Stephenie Meyer-dijo Ruth, enseñando la portada-Es el 4º libro de la saga Crepúsculo. ¿Tú qué libro te estabas leyendo, Phoebe?
   -Yo, ahora mismo, ninguno. No me gusta mucho leer.
   -¿Qué? ¿No te gusta leer? A mí me encanta.
   -Es que, todos los libros que me he leído eran aburridísimos.
   -Entonces, te voy a dar un libro mío, para que leas.
   -No te molestes.
   -No, da igual, no me importa buscarte uno.
   Ruth buscó en la mini-biblioteca que tenía ahí dentro. Después de mucho buscar, sacó un libro de la balda de arriba de la mini-biblioteca.
   -Toma, espero que te guste-dijo Ruth, entregando a Phoebe un libro.
   Phoebe lo observó. El príncipe de la niebla de Carlos Ruíz Zafón.
   -Venga, comienza a leer, Phoebe. Yo te coloco las cosas.
   -Vale, gracias, Ruth.
   -De nada.
   Phoebe abrió el libro y comenzó a leer:
   Habrían de pasar muchos años antes de que Max olvidara el verano en que decubrió, casi por casualidad, la magia. Corría el año 1943 y los vientos de guerra arrasaban el mundo corriente abajo, sin remedio. A mediados de junio, el día en que Max, cumplió los 13 años, su padre...
   Phoebe siguió y siguió leyendo y a medida que avanzaba, más le gustaba el libro.
   Si llegaron a las 6:30 h de la tarde, a las 9:00 h, es decir, 2 y 30 min más tarde, les dijeron que tenían que ducharse y Phoebe tuvo que parar de leer. ¡Ya había leído casi 100 hojas! Ruth se duchó primero y, luego, Phoebe. A las 9:30 h bajaron a cenar y Phoebe y Ruth comieron, de todo lo que había, pollo asado y una ensalada.
   Al acabar, les dejaron 30 min o 1 h o 1 h y 30 min para hacer los que quisieran, porque, a las 11:00 h harían juegos fuera.
   Phoebe y Ruth hablaron y comentaron cosas.
   -¿Cómo te apellidas, Ruth?-preguntó Pheebs.
   -Yo me llamo Ruth Pinkney-exclamó la compañera de Phoebe-¿Y tú?
   -Yo me llamo Phoebe Harrison, pero me puedes llamar Pheebs-exclamó Pheebs.
   -Vale, pero prefiero llamarte Phoebe.
   -Lo que tú quieras, Ruth.
   -¿Por qué viniste aquí?-le preguntó Ruth a Phoebe.
   -Porque mis padres murieron en un accidente de coche. ¿Y tú, Ruth?
   -Yo, porque, cuando era muy pequeña, mis padres me trajeron aquí.
   -¿Y por qué?
   -Porque no me querían.
   -Lo siento mucho.
   -No importa. Aunque, tiene sus ventajas, si no me hubieran abandonado, no te habría conocido y me estaría arrepintiendo porque eres maravillosa.
   -Muchas gracias, Ruth.
   -De nada, Phoebe.
   Phoebe y Ruth se abrazaron y, desde ese momento, se hicieron mejores amigas. 

lunes, 8 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 4

   Anne se despertó y miró el reloj: eran 9:03 h de la mañana. Como no tenía sueño, observó a su hermana gemela dormir. Como 13 minutos después, Pheebs se despertó.
   -Ya era hora, dormilona-le dijo Anne-¿Vamos a despertar a mamá y a papá?
   -Claro, A-respondió Phoebe.
   Las gemelas se levantaron y se dirigieron a la habitación de sus padres. Las luces estaban apagadas y, para sorprenderlos, no las encendieron. Se acercaron a la cama y saltaron sobre ella, pero allí no había nadie.
   -A lo mejor están abajo-propuso Phoebe.
   Las gemelas bajaron y fueron a la cocina, pero tampoco había nadie. Fueron al salón y vacío. Registraron toda la casa, pero no había nadie.
   -A lo mejor, todavía no han vuelto, o han ido a comprar-propuso Anne, evitando pensar en lo peor.
   -Sí, será eso-dijo Pheebs.
   Pero pasaban las horas y no llegaban. Llegó la hora de la comida y prepararon ellas algo de comer.
   Al acabar, llamaron a la puerta. Anne creyó que eran sus padre, así que, avisó a su hermana y juntas abrieron la puerta. Pero, para decepción, eran dos policías.
   -¿Sois Anne y Phoebe Harrison?-preguntó un policía, entrando en la casa.
   -Sí, soy Anne-dijo A al policía.
   -Tenemos que hablar con vosotras-dijo el otro policía.
   Los policías explicaron a las niñas que sus padres habían fallecido y que, como su único familiar vivo era Julia y ella no las podía cuidar, tendrían que llevarlas a un orfanato.
   Las gemelas no podían parar de llorar y, cuando al fin Pheebs pudo hablar, dijo:
   -¿Cuándo vamos a ir allí?
   -Mañana vendrán a buscaros, así que, haced las maletas.
   Los policías se fueron y Anne y Phoebe subieron a hacer las maletas.
   Estuvieron toda la tarde y toda la noche llorando. Se acostaron en la misma cama y estuvieron acurrucadas llorando.
   A la mañana siguiente, Anne y Phoebe despertaron a las 10:30 h de la mañana y siguieron llorando, pero, a la hora de la comida, ya dejaron de llorar e intentaron distraerse con otra cosa.
   A las 2:00 h del mediodía, vinieron un hombre y una mujer a su casa para llevárselas.
   -¿Dónde nos van a llevar?-preguntó Pheebs.
   -Os vamos a llevar a un orfanato de Irlanda y a uno de Rusia-contestó la mujer.
   -¿Por qué son 2 orfanatos?-preguntó Anne.
   -Porque, como no hemos encontrado un orfanato para las 2, Anne, tú estarás en uno de Rusia, y Phoebe, tú en uno de Irlanda-contestó el hombre.
   -¿Qué?-dijeron las 2 al unísono.
   -Lo que oís-respondió el hombre-Bueno, no perdamos más el tiempo, vamos al aeropuerto.
   El hombre y la mujer condujeron a Anne y a Phoebe al aeropuerto.
   -Bueno, Anne, tenemos que coger el avión-exclamó el hombre.
   -Sí, Phoebe, tenemos que coger nuestro avión-dijo la mujer.
   -Un momento, dejadnos despedirnos-contestó Anne.
   Anne y Phoebe se abrazaron y comenzaron a llorar.
   -Te voy a echar mucho de menos, Pheebs.
   -Y yo a ti, A.
   La mujer se llevó a Phoebe y el hombre, a Anne.
   Cuando se iban a ir, mientras andaban, ambas se giraron y se miraron a los ojos. Se despidieron y se fueron llorando.
   Ambas se subieron a sus respectivos aviones. En ese momento, recordaron la 1ª vez que montaron en avión: tenían 2 años e iban a ir a España. Fue su primer viaje y fue en el que mejor se lo pasaron, ya que nunca habían salido de su pueblecito. Recordaban que todo les pareció enorme y que, al despegar, les encantó la sensación.
   Cuando ambas cerraron los ojos, todavía podían oler el perfume de frambuesa de su madre, las tartas deliciosas de su abuela Anne y todavía podían oír el teléfono de su padre sonar.